Mario Pérez Quintero, un guajiro de 52 años de edad, dedica su vida al campo desde que era un niño. Creció rodeado de animales, cultivos y el exquisito aroma del campo, aquel que le permite sostener a su familia y darles educación a sus hijos.
Son las tres y media de la mañana y debe levantarse para empezar la jornada laboral de todos los días. Inicia con el ordeño de las vacas, y trabaja hasta las ochos de la noche o más si es necesario.
En ‘Poquito a Poquito’, su pequeña finca ubicada en Las Palmas, corregimiento de Riohacha este hombre de campo vive rodeado de su ganado a quienes trata con todo el amor y mucha paciencia para lograr educarlos. Es un convencido de la inteligencia y sensibilidad de los animales.
“Cuando yo compro un ganado a los tres días ya me está entendiendo. Siempre pregunto el nombre, para llamarla igual, eso es muy importante. Y me esfuerzo para que me entienda, le repito su nombre constantemente, la acaricio y hablo con amor”, explica como todo un experto en la ‘psicología del ganado’.
El señor Mario tiene la capacidad de señalar animal por animal, que son muchos, y decir el nombre de cada uno, entre los que están dulce sueño, siempre fuiste, corazón, en honor a algo especial que haya sucedió durante su nacimiento, de una característica física o de la personalidad de la madre. Por ejemplo, dulce sueño se debe a que la mamá del novillo era muy dormilona y floja.
También describe sus personalidades como si hablará de una persona más, los castigos que les impone a los más rebeldes y los premios a los que se portan bien.
Como si se tratara de un adolescente rebelde hace referencia a un ganado que había comprado hace poco y que le ha salido de carácter fuerte ‘no se ha adaptado a las normas de acá, él estaba acostumbrado a una vida desordenada. Se quiere salir del potrero cuando le da la gana, cree que la vida es esa, entonces aquí lo tengo ajustado, está prácticamente privado de la libertad hasta que se comporte bien”.
Ama el campo y está seguro de que no podría vivir en la ciudad. Lo intentó en el año 2002, desplazado por la violencia se vio obligado a permanecer durante tres años en Riohacha.
Pero durante ese tiempo en la ciudad pudo estudiar mayordomía, que le sirvió como base para desarrollar toda esta ‘psicología’ sobre el ganado, y desarrollar habilidades para hoy ser un partero y ‘cirujano’ de animales que se encarga de su propio ganado y en ocasiones de los de sus vecinos.
Al finalizar la tarde recoge su ganado para llevarlo a las hectáreas de tierra donde queda su cercado, ese lugar es llamado la cárcel de Itagüí, por ser el habitad de máxima seguridad para sus animales.
Mario se caracteriza por ser un hombre luchador y humilde, ama su labor y cada día se levanta con los mismos deseos de trabajar. “Desde niño lo mío ha sido el campo y los animales no me duelen las manos, no me canso, quiero seguir trabajando aquí hasta que me muera”.
FUENTE: LA GUAJIRA HOY