La comunidad canábica está que baila en una sola pata y vota por el Elon Musk colombiano, el candidato-empresario Luis Pérez Gutiérrez. Como todo un bacán, el viejo Lucho acaba de proponer que una hoja de marihuana se meza altanera en la bandera.
Ni al célebre profesor Goyeneche se le habría ocurrido semejante audacia para pescar electores.
Pérez tiene cara de activista del Opus Dei, jamás de adicto a la “hoja nacional” que nunca probó. El expresidente Clinton aseguró alguna vez que probó, pero no aspiró la yerba. Algo tan imposible como quedar ligeramente embarazada una mujer.
Lo sabe hasta Pérez, un hombre de negocios que tiene el palito para crear empleo. De ahí la chapa que se dejó colgar de ser un Elon Musk de todo el maíz.
“La nueva economía verde del cannabis está de moda en el mundo. Colombia no produce buen vino, pero sí produce buen cannabis” es el sonsonete publicitario del candidato que no registra en esa dudosa democracia que son las encuestas.
Puede que el antiguo campeón juvenil y universitario, creador de la Torre del Ajedrez cuando fue alcalde de Medellín, no suene ni truene, pero su cabezazo de la maracachafa lo puso a mojar prensa.
A lo mejor, el cinturón Ferragamo que lucía al soltar la idea en un debate en la Universidad Externado sea un guiño subliminal al dueto Petro-Francia en la segunda vuelta. Ya ha dado puntadas en ese camino. El candidato del Pacto Histórico está más cerca del Ferragamo que de los proletarios Crocs del expresidente Uribe.
Como a buen entendedor pocas palabras bastan, el candidato Fico, uribista-duquista purasangre, tendrá que rebuscar voticos por otros lados.
A veces me asalta la sospecha de que Pérez está promocionando a su sastre y a quien le hace las bulliciosas camisas a cuadros. Si me lo encuentro le pediré la dirección de su modisto… para pasar por la acera de enfrente. Descarto que las compre en San Victorino.
Si mi colega en el ajedrez me hubiera consultado, le habría sugerido que propusiera también nueva letra para el himno nacional. La actual parece adaptada para un país que nunca existió, existe, ni existirá. Pero cumple su cometido: uno oye el himno en el exterior y de una saca pañuelo para enjugar las lágrimas y limpiarse los mocos.
¡Vaya, caballero!
ÓSCAR DOMÍNGUEZ GIRALDO
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FUENTE EL TIEMPO