La generación de confianza, solidaridad y seguridad, en donde primen el diálogo y el entendimiento de las circunstancias particulares que vive la persona con afectación de su salud mental, es fundamental para la prevención del riesgo de suicidio. Este proceder autoagresivo se ha convertido en una grave problemática de salud pública a nivel mundial.
Anualmente, 700.000 personas ponen fin a su vida, incluyendo los 100.000 casos que, en promedio, se registran en el continente americano.
Tristemente, esta es la cuarta causa de muerte entre las personas de 15 a 29 años, según advirtió la Organización Mundial de la Salud, a propósito de la conmemoración, el pasado 10 de septiembre, del Día Mundial de la Prevención del Suicidio.
Efectivamente, en Colombia, el Instituto de Medicina Legal dio cuenta de que en el primer trimestre de 2024 se registraron 712 casos de suicidio, de los cuales 205 correspondieron a jóvenes entre los 18 y 28 años, al igual que 186 fueron de personas en el rango etario de 29 a 44 años.
Así mismo, según el Ministerio de Salud, entre 2018 y 2022 la mayor cantidad de casos de intentos de suicidio en Colombia fueron de adolescentes de 10 a 14 años. En el departamento del Atlántico, de acuerdo con la Secretaría de Salud, se han registrado 32 suicidios este año, la mitad de ellos en Barranquilla.
Es decir, nuestros niños y adolescentes son una población en alto riesgo, lo que obliga al fortalecimiento de los canales de atención y, por supuesto, a la acción e intervención cercana y efectiva a los menores de edad.
Este y otros temas serán objeto de análisis durante el III Foro de Periodismo Científico ‘Salud mental, medios de comunicación y audiencias’, que realiza este miércoles 18 de septiembre la Universidad Simón Bolívar, con sede en la Casa de la Cultura ‘La Perla’, por la pertinencia de debatir acerca de la sobreexposición a la información y el manejo adecuado y responsable de las noticias relacionadas con el suicidio.
Es de vital importancia que la sociedad comprenda que la imposición de etiquetas y la estigmatización de quienes padecen depresión, angustia, ansiedad o cualquier otra situación o trastorno se convierten en barreras para la búsqueda de ayuda.
Por ello, además de las estrategias de salud pública dirigidas a la prevención, es indispensable que en los diferentes entornos sociales estemos dispuestos a apoyar a quien lo necesite, al igual que a la identificación de patrones de conducta autolesivas y, de esta manera, todos contribuyamos a salvar vidas, sobre todo entre la población joven.